Algunas veces me encuentro absorta en mis pensamientos y en un juego que me divierte, me esfuerzo por diseñarlos con esmero, para que las ideas puedan flotar con brillo en un marco de palabras que se encuentran y en la rima de su final se saludan.
El otro día empecé a hacerlo de nuevo y me invadió el propósito de sosegar mi ánimo con un poco de filosofía de aquella que llaman “barata”, la que surge de los espíritus poco intelectos.
Cuando ya había desarrollado un poco mi entretenido y pueril quehacer, aquello que estaba consiguiendo no me pareció ni mucho menos falto de valor y decidí pulirlo en la escritura. Y seguí, seguí deleitándome con mi ingenua ideología rimada hasta que pude ofrecer lo que voy a presentarte... Si la vida se apaga siempre hay una vela para encenderla. La tela del destino no se apaga llorando y es de cretino suspirar por una perla perdida cuando mil joyas guindan aún nuestro existir.
El futuro no puede ser vil de antemano y en las boyas que marcan el camino, debemos atar las naves que brindan las claves del sobrevivir. En la mano tenemos el poder de cambiar las cosas que no marchan y de ocasionar aquello que no sucede. Bello será vivir si en el creer lo ideamos así y si en nuestro subsistir pensamos en positivo, bello será estar vivo. En las fosas donde caímos hallaremos lo que se nos esconde, incluso lo que perdimos, toparemos con lo que nos puso aquí.
Para amar nacimos y a amar nos fuerza la vida. Aquel que extraviado en su egoísmo no ejerza su obligación, con su querida ambición producirá un seísmo para el verdadero significado de su nacimiento y aunque lo conquiste todo, no evitará hundirse en el lodo del desaliento, confundirse en una borrosa nebulosa vacía de sentido. Pues no viste la seda con vestido roto, y si ponemos coto al amor con él se veda nuestra alma.
Porque el cable que nos une al cielo del bienestar no se empalma con posesiones, sino con el ardor del vuelo de una sonrisa cariñosa, con el cantar sin prisa de las canciones que en su prosa ensalzan el duelo de los afectos. Y si con nuestros efectos personales no se calzan las pasiones, banales serán las emociones si no les damos salida. Dejemos pues, que hable el corazón, que acune cantando la brida de toda razón. Y esperemos.
Pues si andamos la vida mimando más el querer que el tener, vendrán seguro los fechas en las que las cosechas conviertan el duro sobrevivir en el elixir con el que se despiertan los más grandiosos momentos, aquellos en los que los odiosos tormentos decoran su tristeza, con la pureza de bellos sentimientos que adoran nuestro existir. Pero debemos ir con cuidado de no engañar nuestros intentos con impostores amores, de no empañar nuestro querer con aprovechado interés.
Pues no es de recio saber que en el quedarnos contentos se alimente el amor y necio será contentarnos con poseer la flor si no aprendemos a componer la norma que modele su hermosura, que sustente su valor. Porque amar no es conservar y en la horma del estimar no cabe el recibir sin dar. Y no sabe el cariño pastar sin ternura, la misma que das a un niño. Y no sabe el cariño pedir si no ofrece.
Y suele pasar que el abandono el sentir no mece y un día descubrimos que nos faltaba el abono y la melodía que nos unía ha dejado de sonar. Y sufrimos un cisma, por no haber luchado aquel querer que aderezaba nuestra supervivencia perdió la paciencia y se fundió.
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